martes, 18 de julio de 2017

De cortinas de humo y desmoronamiento de utopías

Hay una idea que ronda hace muchos años por los claustros universitarios, las charlas en la calle, o en cualquier escenario comunicativo imaginable en Colombia, según la cual toda referencia mediática a la actual crisis política de Venezuela es una cortina de humo que busca distraer de los problemas de nuestro país. Esta frasecilla de cajón se ha repetido como un mantra, y discurrido con tanta impunidad que ha ido adquiriendo el estatus de axioma en el que nadie se detiene (unos por pereza mental o complacencia ideológica, otros por temor a la controversia) a hacer la más mínima revisión crítica, de tal manera que el tema ha sido proscrito especialmente en espacios donde domina ampliamente la izquierda, como por ejemplo las universidades públicas.

Lo cual no implica en absoluto negar que en Colombia efectivamente se fabriquen cortinas de humo, y que éstas sean a menudo artimañas institucionales, como tampoco se puede negar que “cortina de humo” es en sí misma una denominación política-ideológica empleada por algunos sectores para legitimar o invalidar ciertos eventos. Llama la atención la prontitud con la que muchos izquierdistas suelen aplicar esta etiqueta a toda mención de Venezuela ahora, conducta que, claro está, fue inexistente  en tiempos de la bonanza petrolera en la que todo era loas al “Socialismo del siglo XXI” y a la figura de Hugo Chávez. Es en circunstancias como las actuales cuando la izquierda colombiana desecha su internacionalismo y saca a relucir su dimensión más provincialista, al apelar al interés prioritario de nuestros propios asuntos so pretexto de no inmiscuirse en asuntos internos de otros países, pues arguyen que toda referencia a conflictos foráneos es una maniobra deliberada para evadir nuestra realidad. “Hablemos más bien de los niños desnutridos en la Guajira, los paseos de la muerte o Reficar, y no de otros países. ¡Cortina de humo!”, algo por el estilo suele gritar el progresista colombiano promedio.

¿De quién es el pretexto realmente? Muy poco fiables resultan estos raptos de patriotismo si se pasa revista al recurrente comportamiento mediático de la izquierda colombiana y de sus seguidores. Si Venezuela ahora los vuelca al papel de patriotas, Donald Trump, Siria o Palestina los devuelve instantáneamente al humanitarismo internacionalista. A nadie le es ajeno que el muro fronterizo de Trump acaparó la agenda noticiosa colombiana desde la etapa de campaña electoral, hasta el punto incluso de eclipsar la realidad política del país, y la indignación de estos comentaristas estuvo siempre dirigida hacia el talante anti-inmigratorio del actual presidente norteamericano, pero nunca a la intensidad de su aparición mediática, máxime porque esto les da nueva ocasión de esgrimir su discurso multiculturalista. Idéntico provecho sacaron de la gran cobertura mediática al desastre de Ayotzinapa, al que por cierto no pocos dudaron en comparar con la situación de los derechos humanos en Colombia. Incluso el despliegue noticioso de acontecimientos lejanos al hemisferio occidental es tolerado por la izquierda colombiana sin el más mínimo alegato de evasión mediática, especialmente cuando estas noticias le ofrecen un panorama o ángulo que se amolda a sus posturas políticas: así como el conflicto de Crimea confirmó su sesgo anti-occidental, su odio anti-israelí se alimenta de cada nueva escalada del conflicto en Oriente próximo, como la Operación Margen Protector que, sobra decirlo, es quizá el único momento en que la prensa occidental mira hacia Israel.

Como vemos, el panorama internacional no es necesariamente ajeno a la izquierda colombiana, o para decirlo en sus propios términos, hay cortinas de humo que cuentan con su aval porque les resultan provechosas. ¿Cómo es que de todos los eventos políticos y sociales del mundo, sólo la reseña de los de Venezuela merece ser catalogada como cortinas de humo, siendo este país limítrofe con Colombia, y por tanto, sus problemáticas sociales tienen repercusiones considerables en nuestro país, como el masivo éxodo de venezolanos que huyen de la debacle chavista? La consideración de Venezuela como ventana de distracción para Colombia cabría matizarla: siempre será cualquier noticia de Venezuela cortina de humo en tanto contribuya al galopante descrédito del Chavismo y el socialismo en general.

La crisis de Venezuela es una experiencia que reviste gran importancia en cuanto ha permitido desnudar el espurio humanitarismo de la izquierda latinoamericana, y en lo que a la recepción mediática respecta, su deshonestidad intelectual. No debería sorprender a estas alturas que una ideología que pregona la solidaridad y fraternidad hacia las luchas obreras y estudiantiles de todo el planeta dé la espalda a obreros, campesinos y estudiantes cuando se convierten en víctimas del socialismo, después de todo el pueblo masificado es para tal movimiento sólo un instrumento para llegar al poder. Los adeptos de esta causa en Colombia rechazan la más mínima mención de Venezuela no tanto porque sea una verdadera evasión de los problemas del país, sino porque resulta una coyuntura ideológicamente incómoda de gestionar. En un país como Colombia donde gamonales y apellidos flamantes se rotan el poder, la repartición de la riqueza  y la “justicia social” siguen siendo promesas edénicas que los predicadores progresistas intentan mantener vivas a punta de piruetas argumentales (como William Ospina que después de culpar de la crisis a una conspiración de “poderes mundiales” (típica salida, por cierto) tildó a las marchas de la oposición venezolana de "puñado de ricos"). Hablar del país vecino entonces es hablar del desmoronamiento de una utopía colombiana,  y de otro de los incontables fracasos del progresismo.

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