¿Habrá algo más inútil, o por lo menos más subutilizado que las redes sociales? Si reunir familias y amigos separados por distancias geográficas, o incluso ser plataformas atractivas para la promoción de negocios y páginas de internet eran el propósito inicial con que fueron concebidas, no tardaron mucho en desvirtuarse y transformarse en el refugio de adolescentes en busca de una identidad de la que carecen en la vida real, y de adultos poco capaces de manifestar por medios análogos sus "ideas". Todo esto ha convertido este juego en lo que es hoy por hoy: la fábrica de spam más activa de internet.
Aparte de alimentar al narcisista que todos llevamos dentro y otorgarle esa ficticia y adictiva sensación de fama, no es perceptible otra utilidad para redes como Facebook, a no ser que la bronca, el exhibicionismo de colegialas sin mucho seso y la difamación sean asuntos de vital importancia. Solo basta una ojeada a las aplicaciones y a los motores de búsqueda para comprobar que lo banal y lo nocivo dan forma a esta moda, participada no solo por tribus urbanas, sino también por celebridades, o ex- presidentes con mucho tiempo libre, en campaña, y que no se resignan al olvido.
Obviamente habrá quien defienda que aplicaciones como los grupos o los fanpages tienen a favor el poder de reunir personas con gustos en común: géneros musicales, cantantes, actores, escritores, etc. Igualmente, no se puede obviar que todos los recursos que Facebook dispone (crear una fanpage o un grupo toma menos tiempo que un pestañeo) están al alcance de cualquier persona con una cuenta y mucho tiempo libre, lo que explica la proliferación de espacios que realmente no aportan nada constructivo o relevante, y por el contrario congregan a personas con propósitos aterradores.
Por ejemplo, cada vez más la prevalencia de grupos banales que comienzan con "Yo también.." es desplazada por la de los que empiezan titulándose "Odio a..." y a continuación, el nombre del grupo poblacional contra el que se albergue mayor resentimiento: los negros, los judios, los homosexuales, los inmigrantes, los pobres, los paisas, los rolos, los costeños, los caleños, los emos, los punks, los comunistas, los fachos, el presidente, actor/actriz de TV, la profesora cuchilla, el tendero de la esquina, la vecina, la novia, yo, tú, él, ella y todos los chivos expiatorios que se atraviesen.
Y de poco o nada sirven los paliativos habilitados para contener la propagación de estos abusos, ya que como habrán experimentado muchos, rara vez el discretísimo botón de "denunciar" cumple una función distinta a la decorativa.