martes, 21 de junio de 2011

El clasismo de las telenovelas colombianas


De todo el repertorio de clichés empleados por los novelones de los canales privados, el de las clases sociales es, creo, el más explotado de todos. Ignoro si esto obedece a la simple pretensión de la industria televisiva de buscar una identificación rápida de todos los estratos sociales de este país, o a un trauma con la literatura infantil, pero lo cierto es que se han encargado de hacer de este temita la columna vertebral tanto de telenovelas y seriados, como de comedias y hasta programas infantiles, y como todo lo que producen RCN y Caracol, está plagado de estereotipos que ponen en relieve no solo las limitaciones creativas de guionistas y directores, sino también ciertos prejuicios sociales que enmascaran con toda esa cursilería a la que han venido acostumbrando al colombiano de a pie, porque no hay que olvidar que esta es una televisión para pobres hecha desde la perspectiva de los ricos.

Pueden cambiar los titulos, el lugar o la época en que se ambientan estas producciones, pero la historia sigue siendo la misma: la típica del "amor" entre dos personas unidas por el "destino" (o por sus ansias de escapar de la rutina de su entorno), que viven su idilio rodeados de incontables dificultades surgidas del desencuentro entre las clases sociales de las que provienen: los lujos y hasta las extravagancias de uno de los protagonistas contrastan con las habituales carestías y la forzosa frugalidad del otro. Los obstáculos para esta aparentemente tan desinteresada relación los aportan siempre las familias y las amistades de los protagonistas (especialmente la del protagonista rico) una vez se enteran de ella y arremeten con toda su descarga de prejuicios para disolver la mentada unión. Ahora, muy a pesar de la manoseada premisa de "el amor rompe barreras sociales" que plantean hasta la saciedad, estas novelas transpiran un insoslayable clasismo, patente en el deliberado empeño de los guionistas, directores y hasta los actores de recrear lo que a su juicio define al pobre: ser grotesco, inculto, bullanguero, fanático y violento, en oposición a la etiqueta, el refinamiento y el "altruismo" que exhiben las clases altas. Después de mil penurias y malentendidos, estos dramones concluyen que el protagonista pobre estaba desde el principio destinado al ascenso social, y la relación con su cónyuge rico constituye ante todo un privilegio que ningún otro de su clase ha conseguido, pues es el trampolín que lo catapulta a la élite.

Poco interesa si se llama "Chepe Fortuna", "A Mano Limpia", "Padres e hijos", "Los Reyes", "Hasta que la Plata nos Separe", o "El Joe, La Leyenda", es ostensible la dependencia de la novela colombiana a este tema y a su filosofía rebosante de hipocresía. Si, hipocresía, porque es un tema que no guarda ninguna consonancia con la realidad de un país donde el estatus e incluso la raza condicionan en la mayoría de casos el progreso y las relaciones sociales, acentuado por el hecho de que la mayoría de actores, directores y guionistas de estas novelas pertenecen a prestantes familias célebres entre otras cosas por su marcada práctica de la endogamia y el racismo. Este tipo de programas no pasan de ser una fantasía con que el colombiano de a pie se autoengaña y se cierra a creer que el mundo de afuera es tan igualitario como las novelas se lo pintan.

martes, 7 de junio de 2011

Blogs: prepotencia y otros desatinos.


Sigo con este tema de los blogs que se especializan en la crítica, quizá por que siempre se encuentra algo significativo en este mundo, o sencillamente por pura falta de oficio.

Es que de nada sirve criticar al sistema si la emoción es el único combustible que impulsa este ejercicio, siempre en detrimento de la razón, como acontece con un millar de páginas cuyos administradores exteriorizan de la forma más pueril o un descomunal resentimiento o el más ciego de los optimismos, según su orientación política/religiosa o vivencias personales, dándose el caso de que es difícil en muchas ocasiones distinguir una de la otra. Es común en estos blogueros, que creen haber escriturado la verdad absoluta, maquillar todos sus prejuicios ideológicos, religiosos y hasta raciales con el barniz de la libertad de expresión, a la que por cierto no están muy dispuestos a respetar a la hora de enfrentar opiniones opuestas.

La radicalización de estos sitios es tal, que para todo el que se aparte de su cosmovisión tienen asignado todo un repertorio de epítetos y descalificaciones que solo consiguen delatar su pobre capacidad para sostener un debate de altura.

En fin, la prepotencia nunca antes fue tan patente como en ciertos blogueros que instrumentalizan la crítica con el único objetivo de vanagloriarse y desahogarse, no tanto de la dura realidad del país o del mundo, como si de todos sus resentimientos y frustraciones.
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